05-01-2022
El promedio diario del consumo de sal por persona en las sociedades desarrolladas duplica las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Mientras todo gira en torno al Covid-19, las sociedades de los países desarrollados conviven con otra pandemia silenciosa: las enfermedades cardiovasculares. Estos trastornos del corazón y los vasos sanguíneos, que incluyen cardiopatías coronarias, enfermedades cerebrovasculares y cardiopatías reumáticas, son la principal causa de defunción en el mundo; representan aproximadamente un 30% de las muertes a nivel global, cobrándose alrededor de 17,9 millones de vidas cada año. Entre ellas, por otro lado, las más letales son, sin duda, las cardiopatías coronarias y los accidentes cerebrovasculares; más de cuatro de cada cinco fallecimientos se deben a ellas. Y una gran proporción de esas muertes, una tercera parte, suceden prematuramente en personas menores de 70 años.
El contexto global es similar al que existe en España a día de hoy, pues los datos revelan que las enfermedades del sistema circulatorio siguen siendo la primera causa de muerte en nuestro país. En 2020, en plena pandemia, fallecieron 119.853 personas por causa cardiovascular, lo que supuso el 24,3% de los fallecimientos totales. Así lo revelan los datos de la `Estadística de defunciones según causa de muerte´ correspondientes al año pasado, publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y analizados por la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y la Fundación Española del Corazón (FEC). El mensaje de estas sociedades es claro y alarmante: la mortalidad cardiovascular subió un 2,8% respecto a 2019, cuando fallecieron 116.215 personas por estas afecciones. Afortunadamente, no es un escenario irreversible: la prevención es la mejor arma para luchar contra estas enfermedades. De hecho, tal y como revelan las conclusiones del estudio IBERICAN, liderado por la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), los factores de riesgo cardiovasculares más frecuentes son la obesidad abdominal (55,6%), la dislipemia (50,3%) y la hipertensión arterial (48%). Por tanto, modificables. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) incide también en ese punto, recordando que el 80% de los infartos de miocardio y de los accidentes cerebrovasculares prematuros se pueden prevenir adoptando los hábitos de vida adecuados, cuyo ABC engloba una alimentación variada y equilibrada, ejercicio físico regular, y evitar el consumo de tabaco y alcohol.
La sal, un arma de doble filo
La teoría es bien conocida, pero ¿qué implicaciones tiene este estilo de vida en el día a día? Por ejemplo, cuando hablamos de mantener una dieta saludable, el consumo de sal constituye un factor destacable para combatir la hipertensión, trastorno que aumenta exponencialmente el riesgo de cardiopatías, nefropatías, encefalopatías y otras enfermedades.
La sal es la principal fuente de sodio en la alimentación, aunque algunos condimentos como el glutamato de sodio, muy utilizado en algunos lugares del mundo, también puedes representar un gran aporte de este nutriente esencial. Ahora bien, en pequeñas dosis. La OMS recomienda mantener el consumo de sal por debajo de cinco gramos diarios o dos gramos para su equivalencia en sodio. El gran problema, sin embargo, es que se estima que el promedio diario de la ingesta de este producto estrella de la gastronomía es de entre nueve y 12 gramos diarios por personas, lo que rebasa con creces los límites de lo saludable.
Fuente: IM Médico
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