Alejandro Paadín
Cambio climático y sostenibilidad son dos términos cada vez más recurrentes en los debates del vino.
Lógicamente el foco se centra en la viña y en las prácticas en bodega, sin embargo para mantener una estética y ética ambiciosas, conviene no perder de vista otros aspectos importantes como el formato de botella, las cajas, etiquetas, la logística de envíos o el tapón.
Hace unas décadas surgieron cierres alternativos al acuciante problema que suponía el TCA en los tapones de corcho. Durante siglos este material natural fue la única alternativa industrialmente viable para el taponado de botellas (más allá de anecdóticos tapones de cristal o madera). Esto hizo que el sector no tuviese la necesidad de solucionar el problema ya que el monopolio del corcho en los taponados era casi absoluto.
Tras la aparición de los tapones sintéticos y de rosca, la cuota de mercado del corcho se fue desinflando y la industria tuvo que ponerse las pilas a principios de este milenio. Tras décadas de estudios y decenas de millones de inversión, las corcheras han conseguido reducir las afecciones de TCA hasta umbrales inimaginables hace apenas 20 años, llegando incluso a asegurar una fiabilidad del 99,999999% en las gamas más altas con análisis individuales (corcho a corcho) a través de la cromatografía de gases.
El gran problema enológico que los tapones sintéticos solucionó hace poco más de 30 años, ha sido el acicate para la modernización del sector corchero, llevando casi a la obsolescencia al tapón sintético.
Más allá de las ventajas enológicas del tapón de corcho natural (microoxigenación perfecta para los parámetros de calidad estereotípicos en los vinos de guarda, entre otras), la elección del cierre de corcho supone una responsabilidad para con el medio ambiente y el desarrollo rural en regiones mediterráneas como la Península Ibérica.
La huella de carbono de un tapón de corcho natural es negativa (-309 gr, llegando a -562 gr de CO2 en un tapón de espumoso), siendo un elemento fundamental para mantener el equilibrio biótico de espacios tan genuinos como son las dehesas ibéricas con más de 130 especies de vertebrados.
También es un gran motor económico al ser la actividad agraria mejor remunerada, donde un jornalero en la saca del corcho puede cobrar hasta 150€ al día (cierto es que durante unos meses al año).
La elección de un tapón de corcho para el cierre de una botella tiene marcadas ventajas Enológicas, Ecológicas y Económicas. Llevo años defendiendo estos datos incluso cuando perdía cuota de mercado (so escarnio de aquellos que lo consideraban obsoleto); los datos del comercio internacional de los últimos años parecen mostrar una clara tendencia a su recuperación en la industria. Ya iba siendo hora; si defendemos la sostenibilidad, la economía circular y la calidad no podemos hablar de otro cierre que no sea el tapón natural.
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